A vitoria das listas republicanas nas eleccións municipais de todo o estado español o 12 de abril de 1931 provocou un cambio de réxime político e a proclamación da Segunda República. En Arzúa tamén gañaron os republicanos, e no xornal “La Voz de Galicia” de 2 de xuño de ese ano, resúmese como quedou conformado o novo concello:
Arzúa: catorce de la F.R.G, y tres socialistas
“F.R.G.”, que obtivo 14 dos 17 concelleiros son as siglas da Federación Republicana Gallega, que integraba á Organización Republicana Gallega Autónoma (O.R.G.A. de Santiago Casares Quiroga e Antón Vilar Ponte) co Partido Radical e o Partido Republicano Radical Socialista.
Pois ben, oito meses despois deste cambio histórico, o correspondente do xornal “La Voz de Galicia” fixo este balance na páxina oito, o día 31 de decembro de 1931:
La honrada labor administrativa que viene desarrollando la primera Corporación municipal republicana que, con el beneplácito popular, nos rige desde hace apenas ocho meses, es digna de todo encomio y alabanza; y nos place hacerlo público para satisfacción y estímulo de los concejales interesados, así como para que ello sirva de ejemplo a los que, en su día, hayan de sustituir a los actuales ediles en los sitiales de la Consistorial.
Durante un tan corto período de tiempo, y con un exiguo presupuesto cuyo déficit inicial ascendía, según parece, a 4.000 pesetas, se efectuaron en esta villa y su término, además de otras de menor cuantía, las siguientes obras de relativa importancia:
Primero.-Pavimentado con hormigón de veinte centímetros de espesor, de la calle del Carmen en una superficie total de 420 metros.
Segundo.-Construcción de aceras de hormigón en los frentes de la Casa Consistorial con una extensión de 196 metros superficiales.
Tercero.-Pavimentado con “chapacuña” de la travesía que pasa por frente a la iglesia parroquial.
Cuarto.-Construcción de un puente de relativa importancia en la parroquia de Rendal y sitio denominado Rendal de Abajo.
Quinto.-Reparación y saneamiento de la fuente pública enclavada en el lugar denominado Fraga del Rey.
Sexto.-Reparación del edificio municipal destinado a escuela de niños núm. 2 de esta villa.
Séptimo.-Reparación del edificio también municipal destinado a casa-escuela en la parroquia de Burres.
Octavo.-Arreglo del pavimento de la Plaza de la República y construcción de una verja en la misma con amplia escalinata de acceso.
Noveno.-Reparación del camino (ahora carretera), que pasa por el sitio conocido por “cima del lugar”.
Y lo verdaderamente sorprendente es que, en toas las relacionadas obras, ejecutadas por administración, solamente se han invertido poco más de 8.000 pesetas, según resulta de los contratos que hace públicos la Corporación y se facilitan a quien desee verlos, en las oficinas municipales.
Quizás en épocas no muy remotas, una sola de las mencionadas obras hubiera costado al Ayuntamiento una cantidad mayor que la total invertida ahora con régimen republicano, en las obras mencionadas.
Merece, por lo tanto, toda clase de elogios el alcalde y los concejales que así saben hacer honor al compromiso contraído con el pueblo que los eligió para administrar los intereses comunales. Y nosotros, que criticaremos los actos de la Corporación municipal cuando merezcan ser criticados, no regateamos en esta ocasión nuestro aplauso sincero a la primera Corporación republicana de Arzúa, por su actuación acertada y por su honrada labor, aun cuando entendamos que, procediendo de otra forma, no podrían ser considerados como republicanos los señores que la constituyen.
Pero ahora el pueblo se pregunta: Si el presupuesto municipal del año actual es exactamente igual al de los años 1928, 1929 y 1930 ¿en qué invertían los dineros comunales las anteriores Corporaciones monárquicas? ¿Donde están las obras que debieron ejecutarse durante el tan prolongado como vergonzoso período dictatorial?
Nadie recuerda en Arzúa que la Corporación municipal se preocupara en estos tradicionales días de Pascua de los desheredados de la fortuna. Tuvo que ser el actual Ayuntamiento republicano quien iniciase la buena y cristiana costumbre de repartir socorros a los pobres de la villa para que pudiesen atender a sus más perentorias necesidades en los días clásicos de bullicio y algazara. Ello honra a estos viejos republicanos y hace resaltar aún más el abandono y desidia de los que mangonearon la cosa pública hasta que el cambio de régimen les obligó a reintegrarse a sus casas, de donde no debieran haber salido nunca.-Corresponsal